Cuando teníamos un atisbo de esperanza de que la Feria remontara el vuelo de la mano de Morante, nos viene un palo como el de hoy con la corrida de Puerto y Ventana de San Lorenzo. El encierro ha sido descastado y sin raza, y sobre todo ha sido muy manso. Los toros no querían ni salir de los chiqueros, ha habido que ir a por ellos, han salido en estampida de los caballos y han buscado con descaro los terrenos de chiqueros en cuanto han tenido la más mínima oportunidad.
Con este material poco han podido decir los toreros. El Cid ha vuelto a estar como triste. Ha brindado su segundo a sus apoderados, y aunque algo mejor que sus hermanos, sabíamos que no valía nada. Al maestro se le ha ido la Feria de vacío después de matar 9 toros. Castella ha lidiado los dos sobreros. Al primero, de San Lorenzo, intentó sacarlo de querencia y torearlo sin mucho éxito, y su segundo, de Gavira, en el que pusimos nuestras esperanzas por aquello del cambio de ganado, resultó igual de manso que los titulares.
La corrida también ha sido larga y aburrida. El quinto toro saltó al ruedo después de dos horas y cuarto de corrida, tras dos devoluciones y cuando el público ya estaba harto. El espectáculo ha durado tres horas, tres. Así, a la muerte del quinto toro, no menos de 50 personas abandonaron mi tendido, mientras las gradas gritaban “vámonos, vámonos”.
A los que hemos aguantado hasta el final, Daniel Luque nos ha premiado exprimiendo a su último toro y cortando una oreja, recompensa a su esfuerzo y a las ganas que puso el torero, que fue el que lo puso todo.
Mención aparte merece la música, que parece haber perdido el norte. Si ayer la criticaban por no adornar con su trabajo la faena de Morante, hoy ha tocado durante la faena de Castella al manso segundo bis, sin que nadie se lo explique, y ya empezada la última tanda de muletazos que Daniel Luque le dio al último toro. Un poco más de tino, maestro.