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Los que tuvimos la suerte de ver a Morante en Córdoba, viajaremos lo que queda de temporada y hasta San Miguel, no ya con la esperanza de ver algo parecido que sabemos que será muy difícil, sino con la esperanza de ver algo que, al menos, nos lo recuerde. Desgraciadamente, lo que vimos ayer en Algeciras no nos lo recordó ni de lejos.
Como buena noticia la entrada que registró la plaza, y como mala la pobre presentación de los toros de Núñez del Cuvillo. Con independencia de la categoría administrativa de la plaza y del toro a que estén acostumbrados, si usted cobra 64 euros por un tendido de sombra tiene que dar un toro de ese precio. Desgraciadamente la presentación estuvo por debajo de eso. Toros chicos y escasamente ofensivos. Además, dos de ellos descoordinados, tuvieron que ser devueltos. Encima, el primero de Manzanares se echó varias veces durante la faena de muleta, más por falta de casta que de fuerzas, pareció.
Morante en su primero se esforzó y compuso una faena larga en la que incluso sonó uno de esos tímidos avisos que dan en esta plaza. Su segundo, sobrero de Gavira, salió pegando bocados y regates y no quiso verlo, abreviando. Después de la merienda cena de esta plaza, con su generoso vino, a las 10 de la noche y tal como iba la cosa, el público le abroncó de lo lindo y hasta un mechero le tiró algún cafre.
Manzanares está mucho más seguro que a principios de temporada cuando pasó por Sevilla algo descentrado. A su potable cuarto le compuso una faena de las suyas, plena de estética que, después del mitin del toro anterior el público premió generosamente, tras un pinchazo y una estocada sin puntilla. Talavante estuvo animoso y variado pero no se acabó de acoplar las poco templadas embestidas de sus enemigos.