Al morir el tercer Jandilla, de muerte súbita, después de la primera tanda de muletazos, la tarde iba para escándalo vergonzoso, también el primero se había echado durante la lidia, pero al menos el cuarto y el quinto toro sirvieron. Con el cuarto Finito hizo lo esperado, o sea, desperdiciarlo. Muletazos para afuera y toreando fuera de cacho. Hizo la faena entre pitos, cosa rara en Sevilla.
Pero en el quinto Morante volvió a ser Morante. Y digo volvió porque en su primero se mostró como un torero “normal”, que es lo peor que le puede pasar a un diestro de su corte, además, como últimamente le da por vestirse como los subalternos, pasó desapercibido. Dio muchos muletazos y todos insípidos porque el Jandilla no decía nada. En su último toro, sin embargo nos entusiasmó con una media inmensa en el quite. Con la muleta, además de estar en Morante, estuvo muy valiente, seguro y decidido. Aguantó los parones de un toro astifino y desarrolló el toreo de artista que lleva dentro. Una oreja de mucho peso.
Comentamos en el tendido que vemos a Sebastián Castella más asentado. Parece olvidada su etapa más cercana al parón tremendista y ahora intenta hacer, dentro de la quietud, un toreo más clásico. Lástima que el sexto toro se le rajara y el primero se le muriera.
La corrida de Jandilla no ha valido nada. No ha habido ni un solo quite del torero siguiente. Han desechado toros hasta acabar las seis filas que la cartelería tiene reservada para los toros que no se aprueban. Hemos visto desde el quinto de Morante con 501 kilos, que se tapaba porque era serio por delante, hasta el último con 590 kilos. Este hierro lidia en muchas plazas, entre ellas en Pamplona ¿Tan difícil es traer 6 toros dignos para Sevilla y no tener ese baile de corrales con el resultado tan pobre que hemos tenido?