Hoy hemos ido a la Maestranza pertrechados para las inclemencias del tiempo. Si ya de por sí la plaza es incómoda, cuando llueve es insoportable. Hay que tener afición para ir a los toros lloviendo, y, según dicen los que saben, en los próximos días nos la van a poner a prueba. Por lo menos vemos las nuevas tendencias en prendas contra el agua. Una vecina ha llevado un precioso capote impermeable inglés, de esos que se ponen los señores para ir en bicicleta y con paraguas ¡Sabrán los ingleses de agua!
A mi la ganadería de Palha hace años que no me dice nada, y eso que tengo vecinos que son verdaderos partidarios. Además, la corrida de hoy ha estado desigualmente presentada. Ha ido desde un chico segundo a un precioso cuarto, pero muy desparejos. Son toros con peligro, que se enteran, pero después muy poco agradecidos para los toreros, porque, cuando pasan, que son pocas veces, lo hacen sir decir nada. Hoy tampoco han ayudado los piqueros. Además, se han escobillado casi todos de rematar en tablas.
El Mexicano Arturo Macías ha vuelto a pagar con su sangre su falta de adaptación al toro español. Ha estado muy dispuesto toda la tarde y exponiendo. Ya el primero le dio un “tantarantán” en un quite y le destrozó las taleguillas. Salió a torear con una especie de pololos blancos que tapaban los destrozos, que más bien parecían unos calzoncillos hasta la rodilla, pero de su talla, ajustaditos. Será un nuevo útil de los “mozoespás” en vez del antiestético pantalón de monosabio. Debe de ir corrigiendo defectos, como el de quedarse a la derecha del toro en el tercio de varas, que en sus dos toros tuvo que llamarle la atención el alguacilillo. Su segundo lo cogió de mala manera y la “corná” parecía muy grave, aunque al final el presidente tranquilizó comentando que no lo era tanto. Habrá que verlo más.
Serafín Marín ha matado muy bien a su segundo y lo ha intentado, pero, como digo, sus toros no decían nada. A Iván Fandiño le ha tocado un sexto toro que era una prenda, verdaderamente infumable.
Antes de empezar la corrida nos entretuvimos viendo como quitan el estético impermeable blanco con que se protege el albero cuando llueve, que tiene pintadas hasta las dos rayas de los picadores. El proceso de retirada es un arte manual en el que intervienes como tres docenas de operarios, perfectamente instruidos.