No me refiero a la magnifica banda de música de la Maestranza, que suena a gloria bendita incluso cuando toca a destiempo, me refiero a los toros: “Tamborilero”, “Guitarro”, “Bandurrio”, “Pianista”…, son algunos de los nombres de los toros de ayer. Señal de que venían de la misma sangre, y todos han tenido un comportamiento parecido. Mansearon en los primeros tercios, muy en Núñez, y se han dejado, en general, en la muleta, con embestidas nobles, pero muy sositas. Que conste que la corrida ha estado muy bien presentada, con toros muy bonitos y muy en el tipo de embestir, pero no pudo ser.
Hablando de los toreros, ni Curro Díaz ni Matías Tejela han justificado su inclusión en el abono. Vale que el primero de Díaz era muy parado y su segundo soso, pero ahogó mucho al toro. Eso sí, mato superior. Tejela ha hecho muy poco con su lote. Del quinto decía un vecino que era el toro del “Milka”, un berrendo en colorao clarito muy vistoso. Creemos que a Sevilla hay que venir con otra disposición, y en el caso de estos toreros, a comerse el toro si hace falta y si no puede ser que, al menos, lo parezca. No pueden dejar esa impresión de conformismo que, al final, es lo que recordamos.
Sólo Rubén Pinar ha pisado el acelerador. Estuvo muy centrado con su primero, un toro encastado y de embestida emocionante, al que no ha dudado ni una vez. Ha toreado con verdad. Lástima la espada. El sexto ha sido el peor del encierro, siempre topando con la cabeza alta. Otro vecino decía que cabeceaba más que un tractor. Como urbanita, ignoro el significado de esto, pero el hombre sí parecía hablar con propiedad, porque en otro pasaje de la lidia sentenció que un toro era un melón por “tajá”. En este último toro, Agustín Moreno ha picado muy bien.
Como la corrida ha sido aburrida nos hemos entretenido escuchando los comentarios del variopinto y “alegre” público que viene, venimos, de la Feria. Lo mejor ha estado en intentar explicar algo de lo estaban viendo a dos “guiris”, que debía de ser la primera vez que veían una corrida de toros. Uno decía, y traduzco literalmente de mi magnífico inglés, “no tengo ninguna explicación lógica de por qué le pinchan esos palos de colores”. Lo dicho, un aburrimiento.