Hemos almorzado esta tarde con los amigos de la Tertulia Taurina Itinerante, junto a la Maestranza. Estuvimos hablando de toros hasta las cinco y media que nos pusimos a hablar del tiempo. Diez minutos antes de la hora señalada ya estaba la cubierta casi quitada, el Palco Real preparado para acoger a la Infanta Doña Elena y el presidente en su sitio. No había dudas, aunque estaba lloviendo desde hacía dos horas, la corrida se daba, sin reconocimiento del piso ni zarandajas. Después no ha parado de llover en todo el festejo, pero el piso y, sobre todo, el público, hemos aguantado bien.
Este cartel lo dejamos señalado desde que se conocieron las combinaciones del abono. El Juli frente a Castella y Perera, triunfadores de las anteriores temporadas. Si algo tienen en común estos toreros es que no les gusta perder la pelea con nadie, y la tarde no ha defraudado. El Juli ha compuesto una faena, al que abrió plaza, llena de profundidad, hondura, largura, colocación y ligazón. Perfecta, qué quieren que les diga. Lo mató de una buena estocada y el presidente, vaya usted a saber por qué, le negó la segunda oreja. Allí en sus cercanías ha tenido que oír de todo. Hasta un vecino se acercó a decírselo en su cara para que no le quedara ninguna duda. En su segundo también ha estado muy mandón y toreando en maestro, y también mató con fe. Aunque el toro de las dos orejas era el primero, esta vez el presidente no quiso montar el numerito y le dio las orejas que le negó antes.
Castella no se ha entendido con sus toros. No ha estado ni bien ni mal, demasiados enganchones para nuestro gusto. Perera tampoco ha podido con la tarde, aunque ha apechugado con el peor lote de una buena corrida, con un último toro manso y “esaborio”.
Si algo ha dejado claro El Juli esta tarde es que no va a soltar los galones del toreo. Ha echado mano de toda su experiencia y torería para ganar la batalla. No le ha importado abrir plaza y ha acabado con el mito del “uno por delante”. Si un público podía estar frío en un primer toro era hoy, lloviendo a mares, cabreados, quitándonos las varillas del paraguas del vecino y empujando el del delante. Pero el toreo de verdad calienta pasiones y el frío se fue al segundo lance. Parece que el único frío en el primer toro era el presidente.