Los que ayer fuimos a Badajoz, fuimos a ver a José Tomás. Conviene no olvidar esta obviedad.
Comprendo a los estamentos y a los aficionados que critican su atípica temporada y echan en falta su presencia en las principales ferias y su lucha con las figuras del escalafón y dicen que así no se puede llamar figura del toreo. Pero seamos claros, ayer no se cabía en Badajoz, y no digo ya en la plaza, a 47º en sol y sombra donde tuve el placer de verlo, sino en toda la ciudad. Ni un restaurante vacío, ni una cama de hotel y los bares a reventar. Un matador que torea dónde, cuándo, con quién y los toros que quiere, es que manda en esto, o sea, es una figura del toreo, y sin entrar en lo que cobra, de lo que nunca me gustó hablar. Ya veremos si la entrada de hoy con el rematado cartel de Morante, Manzanares y Talavante está a la altura.
Ahora bien, después sale el toro y ahí está el tío, ofreciendo verdad, emoción y categoría a todo cuanto hace. Cierto que los toros son de los modernos de esos que se paran y molestan poco, cierto que de las 8 orejas se excedieron en la mayoría, pero ver una plaza llena, un lunes, con esa temperatura insoportable, y con un público volcado con el torero hace que merezca la pena el viaje.
Fue bonita la pelea con El Juli, que para eso se anunció con él, para no dejarse pisar el sitio, y salió en su último toro a comérselo, con una faena también emotiva. El epílogo de los dos matadores a hombros y la plaza llena es el que quisiéramos para muchas tardes.
La próxima en Huelva, allí estaremos si las circunstancias no se tuercen.