Con la corrida del sábado de San Miguel hay que quedarse con el principio y con el final, o sea, con el primer toro y con el último. En el primero, El Cid demostró lo que ha hecho muchas veces, que sabe torear con profundidad y mando. A la faena le faltó un puntito de emoción porque el toro tendía a rajarse, pero la oreja es merecida. En el último, Talavante dio un paso al frente y compuso una faena emotiva y estética. Pinchó entrando con rectitud y al segundo intento logró una buena estocada. El público pidió la oreja a pesar del pinchazo, y la presidente se la concedió. Con el Cid la gente ha estado muy cariñosa, y en su segundo ha dado algún pase de mérito. Talavante se justificó en su primero que era un marrajo.
A la corrida de Torrealta le ha faltado algo de raza. Algunos toros han servido como los desorejados y el segundo, pero los demás han sido bruscos, cuando no parados. Solo el sexto fue aplaudido en el arrastre. Castella ha pechado con el peor lote, con un quinto infumable, pero tampoco ha tenido las ideas muy claras con su primero.
Han pareado superior Alcalareño y Javier Ambel y picado bien Miguel Ángel Muñoz. El picador José Doblado fue derribado de forma estrepitosa en el quinto perdiendo el conocimiento. Pero afortunadamente se recuperó en la enfermería y fue muy ovacionado al salir por el callejón por su pie.
No me gusta el pasodoble que le tocaron a Talavante en su faena al que cerró plaza. Cuando un tío está ahí jugándose la vida, no se puede interrumpir con un numerito de trompetita que distrae al personal, que da los olés al de la trompeta en vez de al torero. Esta banda, que suena de maravilla, debería de buscar un repertorio de menos lucimiento personal y más acompañamiento al torero, que para eso está.