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En El Puerto Morante puso el arte y Cuvillo la decepción

He comentado varias veces que cuando se viaja para ver toros, hay que valorar en lo que valen, el almuerzo anterior y la tertulia posterior. En este caso el almuerzo de la esperanza fue con morantistas irredentos, Juan y Aurelio López, los que le regalaron al artista el biombo de Gallito, Lorenzo Clemente del blog lagrantemporada, José Morente del blog larazonincorporea y mi compañero de abono de Sevilla Juan Luis Villanueva, que me suele dar muchos titulares de los artículos de la Feria.

La corrida tuvo un protagonista, el arte de Morante, posiblemente el último artista que tengamos en el escalafón. Estuvo con ganas toda la tarde noche (la corrida comenzó a las 20 horas). Toreó de capa primorosamente y con la muleta suplió con la profundidad de su arte la falta de toro que tuvo, su primero sin fuerzas ninguna a pesar de no ser picado, y el segundo descastado y sin decir nada. Lástima que pinchó sus dos toros, si no estaríamos hablando de orejas.

Cayetano entró sustituyendo al lesionado Manzanares, pero con distinta suerte y condiciones que la de Ferrera el viernes. En su primero, que se quedó parado a la tercera serie, no aprovecho las dos primeras, y en su segundo, manso y rajado, estuvo más cerca de lo que hace Padilla que de él mismo, mientras el público femenino lo piropeaba. Ginés Marín le cortó una oreja a su primero en una faena pulcra que no pasará a la memoria y se peleó con su segundo, manso y topón.

La ovación de la noche, y en pie, fue para dos soberanos pares de Iván García, marcando los tiempos, dejándose ver, incluso esperando a toro arrancado, y clavando en lo alto. También sonó una fuerte ovación para un milagroso quite de Ginés Marín a la salida de un par de Carretero que salió trastabillado con el toro pegado al galope.

El domingo volveremos para ver a Morante (tres toros, más oportunidades), para almorzar en compañía de morantistas jartibles (el del toro es turismo de calidad y gasto), y volveremos a contarlo, espero.

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