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Toros en El Puerto

El pasado sábado, animado por mi amigo y vecino de abono de Sevilla Juan Luis, asistí a la corrida de Cebada Gago en El Puerto de Santa María.

La primera impresión que me llevé fue la pobre asistencia de público. El cartel no es que fuera muy atractivo, los cebadas los mataban Antonio Barrera, Octavio Chacón y Álvaro Ortega, pero en años anteriores esta plaza tenía un abono numeroso.  Realmente esta plaza estaba medio muerta hasta que D. Diodoro Canorea ideó el abono de verano al 50% de los precios de taquilla. Recuerdo que ese primer año tenía 8 festejos, uno de ellos a plaza partida (corrida de toros y novillada, a la misma vez, como diría mi actual presidente) y por el equivalente a unos actuales 50 euros podías ver los 8 festejos en primera fila de balconcillo de segundo piso, cosa que hicimos parte de la peña.

Después la cosa se fue consolidando, abonándose pandillas enteras de jóvenes que daban a la plaza un ambiente increíble. Fueron pasando empresarios, manteniendo, más o menos, el nivel. El año pasado se salvó por la presencia de José Tomás, pero este año creo que se han equivocado en parte del planteamiento. Demasiados festejos con poco interés y mínimos descuentos. La crisis tampoco ayuda.

Mi amigo mantiene los abonos en el banconcillo de toriles, donde los hemos compartido algún año. En este sitio los toros de salida dan poco miedo porque lo primero que les ves es la culata, y, aunque sean cebadas, y bien presentados como los del sábado, impresionan menos. Este hierro era de  mis preferidos años atrás, pero, supongo que a fuerza de quererles quitar cierta acometividad, se ha venido un poco abajo. Mantiene la seriedad de pitones (hacía tiempo que no se veía en El Puerto una corrida tan seria), pero los toros mansean y se rajan pronto.

Los matadores estuvieron siempre queriendo. Barrera cortó una oreja a un buen primer toro que iba largo y con transmisión. Por cierto, que contaban que este torero tuvo un altercado serio a la entrada con un portero  (llegaron a las manos) porque no traía entradas para todos sus acompañantes y aquel no les dejaba pasar; el altercado también se repitió a la salida. Un torero, vestido de tal, no puede rebajarse al nivel de un civil.

Los demás toreros tuvieron menos material, pero también es cierto que tampoco supieron aprovecharlo. El último toro, además de dar un vuelta de campana en el primer tercio, también la dio en la faena de muleta, señal de que humillaba y tenía poder. Casi todos vendieron cara su muerte. También vimos algo insólito, ya que un puntillero, tercero de Ortega, incapaz de atronar al toro, tuvo que ser sustituido por otro tercero, después de la indignación general tras innumerables intentos. El aludido salió sin coleta al final del festejo.

Esta plaza de toros es mi segunda plaza y me gustaría verla con más público.