El Domingo de Resurrección suele ser un día de decepciones en la plaza de toros, y el de 2025 no iba a ser menos. Ya empezó con el retraso de los matadores en salir al ruedo donde los alguacilillos tuvieron que esperan cinco minutos en formación. Quiero suponer que eran instrucciones para que los que llegan apurados de tiempo, que son cada vez más, dejasen de molestar y fueran tomando asiento. Después los matadores se fueron mucho más allá del tercio y se pararon a escuchar el himno nacional. Talavante fue el único que se desmonteró de los toreros y después hizo así todo el paseíllo, supongo que porque necesitaba las dos manos para volverse a poner la montera. Espero y deseo que esto haya sido sólo en el primer festejo.
La corrida de Núñez del Cuvillo, muy justita de presentación, ha dado el juego previsto en Domingo de Resurrección, poco y aburrido de unos toros con muy poco poder. Además, el primero de la temporada fue devuelto por falta de fuerzas. Empezamos bien. Morante ha hecho lo más torero de la tarde en su primero, unas verónicas inverosímiles de plasticidad y remate y unos arrebatados naturales en respuesta a un público frío por la temperatura supongo. Además, un espectador de la última fila del Dos, se desmayó, fue atendido por una médica del público y después trabajosamente por la Cruz Roja, que estuvieron un rato tratándolo antes de bajarlo sujeto en la tabla. Todo esto con 20 personas del tendido de pie molestando a los demás. Pues Morante mató al toro y el presidente mandó salir el segundo. No digo que esto sea como el futbol y se pare la corrida, pero un poco de sensibilidad para que los señores de la Cruz Roja pudieran hacer mejor su trabajo hubiera estado bien. Por cierto, en el tendido nos dijeron que el espectador había fallecido posteriormente. Esto definitivamente no ha empezado bien.
Luque cortó una oreja en el primero y le han pedido tres. Debe ser cosa del nuevo público que viene a la plaza de toros de Sevilla. En su primero, faena voluntariosa a un toro con poca fuerza y menos recorrido. El arrimón final levanta a unos tendidos festivos. Estocada trasera y oreja de feria y petición de la segunda. Sosa la embestida del último cuvillo, faena larguísima de muchos pases, y pocos buenos, que acaba con la cosa rara esa de las luquesinas, un aviso y petición minoritaria.
Talavante ha estado mal, mucho de cara a la galería, mirando al público. Demasiadas voces y poco toreo. Su primero fue bravo en el caballo, alegre en banderillas y con recorrido las primeras tandas, pero acabó aburrido de Talavante y rajado. El quinto fue el más potable de la tarde, pero no le cogió el aire en ningún momento, mal colocado y fuera de sitio.
El presidente descentrado, no sólo por lo del incidente médico, sino que se las tuvo con Morante por la lidia, cambió un toro con un puyazo y tuvo que pedir que le dieran otro. La música también mal, dos veces los toreros le pidieron que la pararan. Lo dicho, hemos empezado mal, lo mejor el lleno de no hay billetes. Esperemos que esto se enderece.