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Hay futuro

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Desde que empezó la crisis, el mundo del Toro la sintió en sus carnes en forma de reducción de festejos. A medida que ésta se ha ido agravando la situación de los sectores más afectados se ha vuelto crítica, en muchos casos. El Toro, como sector de ocio y por tanto prescindible al no ser de primera necesidad, no ha sido ajeno a todo esto. La pérdida de abonados y público, y la consecuente reducción de festejos se vio agravaba por la revisión presupuestaria de la administraciones públicas, propietarias de muchas de las plazas de toros de España y la inmediata reducción de festejos en plazas menores, sobre todos de novilladas. La subida del IVA también ayudó a que los mismos fueran totalmente inasumibles por deficitarios. Y a todo esto, el sector ganadero, el peor parado, sufriendo una reducción de animales que están llenando los mataderos de ganado gravo.

La oligárquica clase empresarial ha puesto el dedo en la llaga. D. José Antonio Martínez Uranga, coempresario de Madrid, entre otras plazas, de familia de empresarios históricos declaró el pasado domingo en la cadena SER que su hijo será la última generación que pueda vivir del Toro. Si esto lo dice un señor que ha visto como se meten en su plaza, más de 23.000 personas diariamente, durante todo un mes, con unos carteles de no mucho atractivo, es que la “cosa” está mucho peor de que se percibe.

Podríamos analizar las razones de esta debacle, en la que cada palo debería aguantar su vela, pero he escuchado pocas autocríticas de los sectores implicados, todo lo contrario, la culpa siempre es de otro. Durante años se ha ido echando a los aficionados de los cosos a fuerza de toros sin emoción y entradas caras. Al público pocas veces se le ha cuidado, casi nunca se le ha preguntado y se le considera más como un mal necesario que como el verdadero receptor del espectáculo, que se organiza por y para las figuras. Pocas iniciativas hemos visto en los empresarios, más allá de la muy loable de invitar a jóvenes, que se limitan a cambiar cromos de una feria con otra componiendo carteles repetitivos donde pocas veces prima el mérito.

Con este panorama es difícil ser optimista, pero hay que intentarlo. Los Toros siguen siendo, pese a muchos, el segundo espectáculo de masas de España y esto hay que aprovecharlo. Cuando se organizan festejos que interesan al público, ya sea por unas razones o por otras las plazas se llenan. Pongo sólo dos ejemplos dispares, José Tomás que llena donde vaya y las novilladas nocturnas sin caballo de Sevilla, con unas entradas que para sí las quisiera la Feria. Hay interés y púbico potencial cuando el espectáculo es atractivo. A 89 euros  un tendido de sombra para estadísticamente prever ver algo sin emoción, es difícil que el aficionado acuda.

Son los sectores implicados los que deben de buscar soluciones novedosas, y espero que las encuentren antes de que conviertan al Toro en un espectáculo tan  minoritario como muchos desean.

@isanchezmejias