La finca Pino Montano fue la casa de la familia Sánchez Mejías durante muchos años. En las afueras de Sevilla y separada de la misma por el Tamarguillo, ahora prácticamente está en la ciudad. Primero fue propiedad de Rafael El Gallo, que por su mala cabeza no la pudo mantener mucho tiempo, pasando a su hermano José cuando este todavía era menor de edad. A la muerte de Joselito El Gallo pasó a su cuñado Ignacio Sánchez Mejías, y desde entonces se ha mantenido en la familia. Actualmente es la casa familiar de una nieta de Ignacio, y se le da también uso para eventos sociales del Catering Alda&Terry, vinculado a la familia.

La vida social en el Pino (en la familia siempre se conoció así) fue muy intensa, tan intensa como la de Ignacio. Centro de reunión de la Generación del 27 a cuyos poetas vanguardistas trajo Ignacio a Sevilla, se mantiene como entonces. Hace unos años la visitó Rafael Alberti, que exclamó admirado “está igual”. Gracias a su Arboleda Perdida, podemos conocer muchas anécdotas de lo vivido allí y del germen de la Generación del 27.

Ignacio, pasaba largas temporadas lejos del Pino, ocupado por su intensa vida profesional, social y amorosa, pero el Pino siguió en su vida siempre. En la entrada de la casa que compartía con su amante La Argentinita en Madrid, tenía una reproducción de la fuente que hay en el patio de entrada del Pino. La que le daba alegría a la casa era Dolores (la abuela Mami) mujer de Ignacio y hermana de Joselito. Sus dos hijos y mi padre, que vivió allí desde los dos años, volvieron del primer día de colegio llorando y ya no fueron más. Estudiaban en la casa con maestros particulares y con otras familias como los Corrochano o los Recasens. Mi padre contaba que al profesor Alamán, que era ciego, no había quien lo engañara y que cuando te preguntaba, con solo mirar hacia los otros te echaba la bronca. Se organizaban partido de futbol donde Mami hacía de portera.

Ignacio quería que los niños escribieran a diario lo que pasaba para que se lo leyeran cuando volviera. También cuando había discrepancias entre ellos organizaba un juicio donde algún invitado era el juez y los niños tenían que argumentar sus posturas. Tenían que hacer una hora de picadero diario, hiciera el tiempo que hiciera.

Allí se ensayaron las obras de teatro que escribió Ignacio. Mi padre me contaba la de “Ni más ni menos”, una obra vanguardista, sobre el mito de Rafles, en donde su hija Piruja hacía de bien, mi padre de mal y su otro hijo José de diablo, moviendo la balanza. Mami se aprendía los diálogos. También se organizaban muchas fiestas y reuniones.

Curiosamente, en el Pino no había más rastro taurino que el legado dejado por Gallito, Ignacio no consintió que hubiera allí nada para que los niños no tuvieran la tentación de aficionarse. Para ayudar les montó el campo del incipiente entonces futbol y llevó a convivir temporadas con gente de Madrid como Alfredo Corrochano, pero curiosamente el resultado fue el contrario, Alfredito se hizo torero, al igual que el hijo de Ignacio.

Yo pasé muchas jornadas de mi infancia allí, bañándome en la alberca con mis primos y también pasaba temporadas en verano, durmiendo con unas modernas mosquiteras donde me entretenía viendo desde la cama como enormes salamanquesas cenaban mosquitos.

Me he acordado de todo esto porque hace unos días llevé allí a mi tertulia taurina de economistas Er78, para que lo conocieran. Me contaban emocionados la sensación que les producía pisar las habitaciones donde habían estados los poetas de la Generación del 27, Ignacio Sánchez Mejías y Joselito El Gallo y el salón donde se ensayaban obras de teatro de Ignacio y la antera, cuadros, fotos y muebles que dejó Gallito, del que les he hecho devotos, ya convencidos, comentando la importancia de preservar estos espacios históricos para memoria taurina y cultural.

3 respuestas a «Pino Montano»
Agradecerte de nuevo, Ignacio, esa visita exhaustiva a un lugar tan emblemático.
Disfrutamos mucho porque se respiraba historia del rey de los toreros en cada rincón de la casa y, como bien dices en tu articulo, nos has enseñado a admirarlo.
Muy bonito y entrañable Ignacio.
Tengo que reconocer , pues fui , unos de los privilegiados que alli estuvo . Todo es tal como ha expuesto Ignacio .
Todo lo que te rodeaba respiraba historia y sensaciones de emoción de lo que allí se vivió en su día .
Puedo dar fe y esa fue mi sensación , que todo lo que vi en esa estupenda casa , está al 99% su estado inicial de hace casi 100 años.
Muchas Ignacio por brindarnos esa oportunidad.