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Temporada 2012 (I)

Próxima a terminar la temporada taurina europea (nuevo término utilizado por el auge francés), y la espera del largo invierno taurino que nos espera, me gustaría saber qué se nos ha quedado en el recuerdo o cómo la podríamos calificar.

Creo que lo primero que hay que destacar es la disminución del número de festejos y, además, de los espectadores de estos festejos. Salvo contadas ferias como San Isidro o San Fermín, el número de espectadores ha disminuido de forma alarmante. Plazas tan consolidadas como la de Sevilla y su Feria de Abril, han visto como el ladrillo se ha ido adueñando de casi todos los carteles. Esto es un hecho que se podrá justificar por la crisis y/o por la falta de emoción. El caso es que cuando los carteles han sido rematados o cuando la emoción sí iba a estar presente (caso de las actuaciones de José Tomás), las entradas sí han sido buenas.

La vuelta de tuerca del número de los festejos menores y en localidades de menos habitantes, ha sido dramático para todos, pero sobre todo para los ganaderos que tienen que soportar unos costes fijos. El exceso de toros ha hecho, además, disminuir su precio (la ley de la oferta y la demanda que opera es mercados no intervenidos), por lo que el problema ha sido aun mayor. Conocemos de ganaderos que han tenido que mandar al matadero una buena parte de la camada, habiéndose lidiado a puerta cerrada antes o no.

Las estructuras del Toros, como muchas otras, se tienen que adaptar a las nuevas circunstancias impuestas por la situación económica, y más siendo una actividad de ocio. Los profesionales nunca han sido muy dados a la autocrítica, pero con o sin ella, deberán hacer un ejercicio de análisis pormenorizado de cómo esperan la temporada 2013 y actuar en consecuencia. Lo que está claro es que así no podemos seguir.

Los resultados artísticos los dejaremos para otro análisis.